jueves, 1 de noviembre de 2018

El exorcismo


Cada vez que Marisa, la jefa del departamento de logística, entraba por la puerta, la temperatura de la oficina subía varios grados y un fuerte olor parecido al azufre impregnaba el ambiente. Eau del averno, había comentado alguna vez que se llamaba su colonia.
A los buenos días de la recepcionista respondió con una especie de gruñido gutural con el que notificaba que lo mejor ese día era evitarla. Una vez en su despacho, encendió el ordenador,  leyó varios e-mails y salió buscando su primera víctima. Sus subalternos trataron de esquivar su mirada, como si la de Medusa se tratara y corrieran riesgo de que los convirtiera en estatuas de sal.
¡Carlos!, bramó finalmente, y el desafortunado propietario del nombre se dispuso a enfrentarse a ella, no sin antes santiguarse. En ese momento todos cayeron en la cuenta de cuál era la solución a sus problemas: ¡Llamar al padre Carras!

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