Esta historia comenzó hace muchos,
muchísimos años, allá por 1987 en Montreal, cuando sucedió un milagro. La
comunidad internacional, se puso de acuerdo en que había que hacer algo para
proteger la capa de ozono. Se había detectado en ella un agujero, tan grande, que
nos sometía a todos al peligro de los mortíferos rayos ultravioleta. La
solución era eliminar la producción del enemigo del ozono, el CFC, que se usaba en los aerosoles.
Con la importante misión de
observar si dicha capa se iba recuperando, nació un cuerpo de élite formado por
un grupo de anegados hombres y mujeres que cada semana hacen ascender a la
atmósfera un globo con una sonda que envía a la tierra las medidas de la capa, los vigilantes del ozono se llaman. Y
así dejó con la boca abierta Isaías a sus compañeros del colegio, cuando
explicó a qué se dedicaba su papá.
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