Palmira, era de otra generación
más acostumbrada a ahorrar que a gastar. Presumía además de conservar la misma
talla desde que se casó por lo que la ropa le duraba lustros. Aun así, hasta a
ella le resultó difícil no reconocer que necesitaba un abrigo nuevo y vencida
por la presión de sus hijos, accedió a
renovar vestuario en el tan anunciado Black
Friday.
El panorama que encontró en los
grandes almacenes le resultó lo más parecido a lo que imaginaba como una
catástrofe nuclear. Una multitud que se movía de un lado para otro como poseída,
ropa tirada por el suelo. Sufrió empujones, pisotones y, por si fuera poco, alguien aprovechó el bullicio y en un descuido
le robó el monedero. Una vez en casa se preguntó que significaría el término Black Friday y tras consultarlo en un
diccionario pensó que efectivamente ella había experimentado un auténtico viernes negro.
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