Al sobresalto inicial, al despertarse aquella mañana, le siguió una sensación de alivio cuando recordó que era domingo; cambió de postura y continuó durmiendo media hora más.
Llegó al salón en el momento en que
uno de sus hijos engullía el último trozo de una trenza de Almudévar que ella había
comprado el día anterior para lo que preveía como un desayuno especial "en
familia”.
Su hijo mayor, tras echarle una
mirada de reprobación por haber interrumpido la conversación, prosiguió narrándole
a su hermano los detalles de la fiesta de cumpleaños de su amiga Pepi, a la que
estaba convocado a comer. El pequeño repasó, en su turno, el planteamiento del
partido de futbol que disputaría en un rato.
A las 13:30 se quedó, por fin,
sola en casa. Fue hasta la puerta y cambió la cerradura.
¡La próxima vez no se olvidarán
de felicitarme el día de la madre!