Llevaban mucho tiempo postergando la toma de una
importante decisión: ¿qué hacer con la casa de sus padres? Al principio, la
pena era la que les incapacitaba, más tarde, la nostalgia de tantos momentos
allí vividos, pero últimamente, debía reconocer que era la pereza por no
revisar y clasificar todos los recuerdos almacenados, la que les hacía aplazar,
una y otra vez, el debate.
Todo el mundo les había advertido, pero ellos
habían hecho oídos sordos a los avisos. -No os lo penséis tanto- les decían los
amigos- tener el piso vacío es un riesgo, además estáis perdiendo dinero- y al final,
sucedió lo inevitable, un día encontraron su terraza ocupada.
Los okupas, eran dos pichones recién nacidos que
se criaban al cobijo del nido improvisado entre el hueco de una caja, una
bombona de camping gas y un par de macetas vacías, objetos apilados hace siglos
en aquel rincón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario