Llevaba más de un mes recluido en el cuarto
de la colada ¿se habrían olvidado de él? Cada vez que ella entraba en la
habitación trataba de llamar su atención. Una vez consiguió engancharse con una
hebilla de su zapato pero no obtuvo la respuesta deseada. Simplemente se limitó
a desenredarse distraídamente.
¿Acaso no había prestado bien los servicios
que se esperaban de él?, reflexionaba durante las largas horas de soledad a la
que había sido condenado. Otros huéspedes, sin embargo, salían y entraban con bastante
frecuencia. Hasta que se dio cuenta de que había otro compañero de cuarto, en
quien no había reparado, y cuya estancia era tan larga como la suya, un
momento, se trataba de aquel esmoquin tan simpático con quien bailó en su
última cita. Él al ver su cara de angustia le dijo: No te preocupes, ya
saldremos cuando nuestros dueños tengan su próxima fiesta.
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