jueves, 28 de septiembre de 2017

ÓRDAGO

A Esteban le dejó su novia y como las desgracias nunca vienen solas, semanas después le echaron del trabajo. Como era tan creyente como aficionado al juego, juntó las manos y mirando al cielo exclamó a modo de plegaria: ¡MUS!.
Y como Dios aprieta pero no ahoga, repartió nuevas cartas y a Esteban le tocó un nuevo empleo como reponedor en un hipermercado y una cajera que le hacía ojitos. ¡No se lo podía creer! ¡Vamos, que le habían caído tres reyes y un pito!. Creyéndose el rey del mundo, lanzó un órdago al juego, sin reflexionar que no era mano y su jugada era mejorable, y resultó que el guiño de la rubia iba destinado al encargado, pareja suya desde hacía años, para informarle que ella también llevaba treinta y una. Fin de la partida.
Esa misma noche, Esteban compró una baraja francesa y le rezó a San Póker.

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