jueves, 14 de septiembre de 2017

LOS TÁBANOS

Mediados de agosto, primer día de mis vacaciones. Llegué a la piscina dispuesta a relajarme tomando el sol, extendí la toalla sobre el césped y me embadurné con crema protectora.
El sonido de una palmada me sobresaltó. Me incorporé y miré a mí alrededor. Observé cierto nerviosismo entre los bañistas, pocos para la fecha en la que estábamos. Volví a tumbarme y zas otro manotazo. Alguien gritó: “tábanos”, confirmando mis sospechas sobre lo que estaba ocurriendo.
El negro los atrae, escuché. ¡Maldición!, el color de mi bañador. Me puse la camiseta. Pican a través de la ropa, lo mejor es irse al agua, aunque, después mojado… Si te quedas quieto y no respiras pasan de largo.

A los pocos minutos, pese haber seguido todos los consejos, estaba histérica y llena de picotazos. El destino de mis próximas vacaciones será una playa del Pacífico, los tiburones asustan menos que los tábanos.

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