jueves, 25 de mayo de 2017

UN SÁNDWICH VEGETAL

La lechuga estaba tremendamente enfadada. Ella, que venía de una de las más prestigiosas familias. Una auténtica lechuga hoja de roble, dotada de infinidad de cualidades nutritivas y que había sido cultivada en huerto ecológico, alejada de fertilizantes y abonos químicos.
Siempre había pensado que estaba destinada a formar parte del exclusivo menú de un restaurante tres estrellas Michelin. Y soñaba con codearse con otros ingredientes dignos de su clase en una ensalada templada de frutos del mar o en una mousse de espárragos con lechuga y jamón.

Y todo ese esfuerzo y sacrificio ¿para qué? Por culpa de un centímetro de menos, en el control de calidad, iba a terminar sus días dentro de un simple sándwich vegetal, mezclada con atún de lata, un tomate transgénico y mayonesa de bote y, lo más triste de todo, siendo el tentempié de un informático estresado, en un establecimiento de comida rápida. 

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