Arropado por
unos macarrones a la boloñesa incomestibles, Luis comunicó a su familia que en
breve se iba a ir a vivir con su novia, y tuvo que responder a las airadas
críticas gastronómicas de sus allegados con un: “tendré que aprender, es la primera vez que cocino.
En la segunda
ocasión en la que Luis pretendió demostrar sus progresos a su linaje, fue una tortilla
de patatas la que se encargó de dar al traste con la velada y recordarle que
necesitaba seguir practicando.
A la tercera no fue la vencida y de la sopa
castellana, cocinada siguiendo la receta de la abuela, aunque no sabemos de
quien, el único que repitió fue el ajo.
Y una
ensaladilla rusa, la cuarta
oportunidad, terminó con las aspiraciones de Luis de conquistar a su novia a
través del estómago y con todos los comensales ingresados en un hospital
afectados de salmonelosis.
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