jueves, 23 de febrero de 2017

Amaina el temporal

Como si el cierzo soplara desde el Ebro sintió un frío helador cuando recibió la llamada del hospital en la que le comunicaban que su esposa había sufrido un accidente. Un alud de nieve cayó sobre él al verla por primera vez inmóvil y tendida en la cama, entubada y vendada de tal forma que era difícil reconocerla. El parte médico describía demasiadas borrascas y frentes activos que podrían complicar más su estado. Una ciclogénesis explosiva se desencadenó en su interior solo de imaginar que pudiera perderla. En forma de llanto torrencial dejó salir la terrible tormenta que se había fraguado en su corazón y lloró durante esas primeras 48 horas declaradas como críticas. Y el oleaje provocado por su ira fue remitiendo paulatinamente al tiempo que Sonia abría los ojos y, con el anticiclón de su mirada, le transmitía el siguiente mensaje: “después de la tempestad viene la calma”.

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