Por Juan Carlos Miguel
Carrascosa
Ya no me llamaste el jueves, como siempre hacías, durante mi viaje
a Madrid, para preguntarme: ¿Por dónde vais?
Ya no pude regañarte porque solo cenabas empanada y tortilla de
patata.
Ya no escuché tus largas disertaciones sobre tu pueblo y sus gentes
ni la sempiterna pregunta: ¿Qué sabes de allá?
Ya no me despediste desde la terraza, cuando me marché para
Barcelona, ayer mismo.
Ya no tuve a quien telefonear cuando entré en mi casa, para decirle:
acabo de Llegar.
Ya no te llamaré diariamente para repasar vuestra rutina.
Ya no volveré a escuchar tu voz diciendo: te paso a mi secretaria.
Ya no oiré tu respuesta a mamá: ¿Quién va a ser? ¡Tu hijo!
Ya no podré felicitarte por tu cumpleaños el día de mi santo que
debiera haber sido el tuyo.
Ya no te subirás en mi coche, ni podré llevarte a Bretún. YA NO…,
YA NO.
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