El fin de su jornada laboral y el
horario de salida del último autobús con destino Pamplona diferían en media
hora. El tiempo estimado en llegar desde su oficina a la estación era de catorce
minutos en metro. Sacaría el billete por internet y se escaparía diez minutos
antes de su hora de salida para aprovechar el fin de semana al máximo.
Respiró tranquila cuando, de
acuerdo con su plan, el día del viaje entraba en el intercambiador de autocares
a las 18:15. Me da tiempo, pensó, a comprar una botella de agua y algo de
comer.
En la sala de espera divisó una
máquina de vending. Una única moneda de dos euros, se escondía en su monedero. Se
decidió por el agua. Introdujo el dinero, seleccionó el producto y la botella
cayó fuera del cajetín de apertura. Por el altavoz anunciaron: última llamada
para los pasajeros con destino Pamplona.
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