Julio y Darío, gemelos monozigóticos,
pugnaron ya en su día por cuál de los dos nacía primero. Julio se impuso por media
hora y eso lo convirtió legalmente en el hermano mayor, circunstancia a la que apelaba habitualmente
para zanjar cualquier discusión. Desde entonces toda su vida transcurrió dentro
de una competición.
Sus padres, incluso fomentaron
esas pequeñas rivalidades, observando que potenciaban los puntos fuertes de
cada uno. Así si Darío comenzó a gatear a los seis meses, Julio se anduvo solo
a los trece. Si uno sacaba un sobresaliente en una evaluación el otro en la
siguiente matrícula de honor. El primer gol de Julio se vio eclipsado por el
hat- trick de Darío en el siguiente partido.
Con todo ese historial de
competitividad a nadie le extrañó que las primeras palabras de Darío, cuando le
trasladaban a planta, después de 58 días en cuidados intensivos fueran:
¡Supéralo hermano!
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