En la puerta de la nevera, sujeta
con un imán, estaba la lista de la compra: 1kg de patatas, 4 cebollas, leche y
pan. El cansancio en los ojos de su madre le animó a ofrecerse a traer los recados,
haciendo su primera incursión en el mundo de los adultos.
Ya en la tienda pidió: 1 kg de
patatas. ¿Para cocer, freír o asar? le preguntó el dependiente. Escondiendo su
inseguridad, eligió la primera opción mencionada y continuó con su tarea.
Cuatro cebollas, solicitó él, y el vendedor como si de un partido de tenis se
tratara, le devolvió el golpe: ¿para cocinar o para ensalada? Lo echó a cara o
cruz.
Con un pinto pinto gorgorito,
solucionó la nueva encrucijada en la sección de lácteos. La leche semidesnatada
con calcio ganó el sorteo. Tranquilo, pensó, una barra es una barra. ¿Blanco,
integral, candeal, centeno, baguette…? Le examinó el panadero.
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