jueves, 11 de octubre de 2018

LA ENTREVISTA


A nadie le resultó extraño que Nicolás, el mejor expediente académico de la última promoción de ingenieros aeronáuticos, recibiera una llamada de Aerostar, una de las más prestigiosas compañías dedicadas a la construcción de aviones.
Al parecer, su proyecto fin de carrera sobre la elasticidad y resistencia de los materiales, que había sido calificado con matrícula de honor, había despertado el interés de la multinacional que contactó con él, recién terminado el curso, para saber si le interesaba incorporarse a sus filas como becario.
El Sanedrín o departamento de selección, compuesto por un ejército de psicólogos, abogados y economistas era el encargado de juzgar si Nicolás era digno de ocupar el puesto en prácticas que la empresa estaba ofertando. El interrogatorio comenzó con la siguiente pregunta: ¿Cuántas vacas hay en Canadá? Cientos de aeronaves sobrevolaron la cabeza de Nicolás antes de responder: voy a pedir el comodín de la llamada.

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