Acudió a la agencia de viajes imaginándose pasar
el próximo puente tomando el sol en una playa, lo más paradisíaca que le permitiera
el presupuesto, descansando y reponiéndose para afrontar lo que quedaba hasta el
verano. Pero, tras el discurso del comercial compuesto por palabras como
rutina, costumbre e inercia, salió de ella como integrante de una expedición en
la que se bañaba con tiburones, saltaba en paracaídas y hacía barranquismo.
De vuelta al trabajo, agotado de sus excitantes
vacaciones, su jefe le comunicó que le iban a poner al frente de un nuevo
proyecto que iba a hacer que volviera a recuperar la ilusión por aprender. ¡Estupendo,
incertidumbre, ansiedad y estrés por el mismo sueldo!
Tras una semana de sobresaltos Germán, el
dueño de su taberna favorita, intentó convencerle de que ampliara su
perspectiva y probara una cerveza negra. ¡Dejadme tranquilo no quiero salir de
mi zona de confort!
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