Superado el último madrugón, la tarea más difícil que me quedaba por hacer
era la maleta.
No podía olvidarme de la toalla y el bañador, pero tampoco
del forro polar y las botas de montaña. ¡Cualquiera que veranee en el norte
sabe de lo que estoy hablando!. El trabajo en equipo, fundamental: “¿has cogido
los chubasqueros de los niños?”, “sí claro”, “¿y el botiquín con las medicinas?”,
“estaba en ello”.
Visualizar el maletero como una pantalla del tetris resultaba
muy útil para salvar el último escollo. Maleta grande, abajo a la izquierda,
nevera, abajo a la derecha, bolsa de aseo cierra el hueco entre ambas y cerramos
línea.
Y entonces Pablito hizo “la” pregunta: “¿cuánto queda?”, “pero
hijo si todavía no hemos salido”, “ya lo sé”, se defendió el muchacho, “¿qué cuánto falta para que terminéis de
cargar el coche?”.
¡Feliz verano! Volveré el
7 de septiembre con nuevas historias.
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