Como nació un 7 de julio y su padre al cogerle por primera
vez en brazos exclamó: ¡Viva San Fermín!, sin tener sangre navarra, nadie dudó
de cuál sería el nombre con el que le bautizarían.
Con la familia delante del televisor a las 8 de la mañana,
comenzaban siempre sus cumpleaños desde que tenía uso de razón. Sonaba un
cohete y comenzaba el encierro.
Así que a nadie le
extrañó que en su dieciocho aniversario quisiera vivir la experiencia en
directo y como un pamplonica más se vio a sí mismo entonando el “A San Fermín
pedimos por ser nuestro patrón…”
En la Cuesta de Santo
Domingo comenzó y terminó su carrera. Apenas tres zancadas, tropezó y mientras caía contempló el pitón de
uno de los Cebada Gago a punto de atravesarle, pero en el último segundo el toro
giró la cabeza. San Fermín le había echado un capotico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario