jueves, 27 de abril de 2017

Una llamada intempestiva

El sonido de un timbre le sacó de su profundo sueño. Eran las 3 de la madrugada. Tras el desconcierto inicial en el que pensó que se trataba del despertador se dio cuenta de que era el teléfono móvil y entre sobresaltado y adormilado contestó la llamada.
“Hola Pedro”, oyó una voz al otro lado. Un tanto aliviado, quiso hacerle saber a su interlocutora que ese no era su nombre, pero esta retomó la palabra: “Por favor, no me interrumpas, déjame hablar hasta el final. Lo nuestro tiene que terminar, nos estamos haciendo daño”. Otro tímido intento de sacar de su error a la emisora de la llamada, fue nuevamente rechazado, y esta concluyó: “no intentes convencerme lo he pensado mucho y no hay vuelta atrás, esto es una despedida” y colgó.

¿Quién era?, le preguntó su mujer, “ni idea”, contestó “lo único que sé es que acaban de dejarme”.

jueves, 20 de abril de 2017

EL SÍNDROME DE LA BATA BLANCA

Era más o menos por el mes de mayo cuando en la empresa de Juan Manuel llevaban a cabo los reconocimientos médicos. Y ese era precisamente el momento más temido por él, que trataba de prepararse para superarlos como si lo estuviera haciendo para correr la media maratón.
Ya por marzo, Juan Manuel, comenzaba con una dieta sana y equilibrada, baja en azúcar y grasas, pero rica a su vez  en aminoácidos y omega 3, e iniciaba también una rutina diaria de ejercicios físicos aeróbicos, destinados a tonificar el cuerpo, complementándola con una tabla de entrenamiento cardiovascular para aumentar la resistencia.
Pero el día tan esperado por fin llegaba y cuando la enfermera abría la puerta de la consulta y pronunciaba su nombre, Juan Manuel trataba de sobreponerse tomando aire por la nariz y expulsándolo por la boca pero…. ya era demasiado tarde, el tensiómetro ya había olido su miedo.

miércoles, 12 de abril de 2017

La brecha generacional

En la cara de desconcierto de mi hijo, Sergio, cuando le dije que vivía en los mundos de Yupi, reconocí la mía, años atrás, la primera vez  que  mi madre irrumpió en mi habitación, levantó las  persianas y exclamó: ¡venga que ya han pasado las burras de leche!
¡La brecha generacional ya está aquí!, le comenté a mi marido. Los niños todavía no se han dado cuenta. Ayer, Lucas,  me comentó que se le había bugueado el juego de la play  y yo impasible, sin delatar que no le había entendido, respondí: ¡tú te crees que yo tengo tiempo para esas tonterías! Después, cuando acusó a su hermano de trollearle, me quité de en medio  dándomelas de neutral.
Y la próxima vez que arregles la cisterna, en vez de decir que estás hecho un McGyver, que es lo que me pediría el cuerpo, proclamaré: ¡es que vuestro padre está chetado!

jueves, 6 de abril de 2017

LA ETERNA VÍCTIMA

Amelia nunca iniciaba una conversación. Si iba al médico, en la sala de espera, escuchaba la historia clínica de otro paciente, pero justo cuando este terminaba de narrarle, pongo por caso, sus continuos ingresos en la unidad de diálisis, ella sentenciaba: ¡Mucho peor es lo mío que tengo un uñero que me está volviendo loca!
En el colegio cuando algún padre se desahogaba contándole lo mucho que les hacía sufrir Raulito y los cinco suspensos que había sacado en la última evaluación, Amelia respondía con su sempiterna cantinela: ¡mucho peor es lo mío! que a Cesítar le han puesto un notable en Lengua que le bajará la nota media.
Un día se dirigió al parque, se sentó en un banco junto a un vagabundo y antes de que este pudiera abrir la boca le increpó: ¡Mucho peor es lo mío, que por no tener no tengo ni motivos para quejarme!