jueves, 16 de septiembre de 2021

SUCEDÁNEOS

Cada día se despertaba a las siete de la mañana con el canto de un gallo, melodía que tenía instalada en el despertador del móvil. El silbido de un jilguero, le notificaba los WhatsApp,  el aullido de un lobo los e-mails y la berrea de ciervos las llamadas telefónicas.

Un café descafeinado, era hipertenso, con leche de soja, no digería bien la de vaca, y una tostada con margarina, tenía el colesterol alto, eran su desayuno habitual.

Le encantaba el mar, pero no la arena, por lo que en el jardín de su casa, de césped artificial, instaló una piscina de olas. Para dar sombra optó por parasoles de mimbre, que no atraían a las avispas como los frutales.

Y nada mejor que terminar el día degustando una hamburguesa vegana y viendo un documental. Se consideraba un gran amante de la naturaleza pero lo era más bien de sus sucedáneos.

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