No tenía escapatoria, estaba totalmente rodeada. Eran miles, ¡no! ¡Millones!. Su portavoz, esgrimiendo una calculadora en la mano, se dirigió a mí en los siguientes términos:
-¿Acaso no eres tú la autora de un blog de relatos
breves?
Asentí sin
comprender.
-Con la de hoy- expuso mientras tecleaba en la
calculadora- son ciento cincuenta historias publicadas, que multiplicadas por
ciento cincuenta palabras cada una, ascienden a un total de veintidós mil
quinientas palabras.
Perpleja ante la rotundidad de las cifras seguía sin
saber a donde quería llegar. Algunas de ellas comenzaron a increparme.
-¿Será posible que entre esas veintidós mil quinientas
no hayas encontrado un hueco para mí?- reclamó Paz.
-Ni para mí- dijo Libertad.
Entonces entendí. Miles de vocablos no utilizados en
mis escritos empezaron a cruzar mi mente a velocidad vertiginosa: Equidad, Honestidad, Lealtad…
¡Silencio! Grité. Prometo escribir como mínimo ciento
cincuenta relatos más y encajaros a todas.
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