Un compañero del colegio le puso el mote de ambizurdo porque decía que tenía dos piernas izquierdas y eso que era diestro. Ese era su nivel de coordinación con los pies.
Su contrato temporal en una
agencia de publicidad estaba a punto de vencer, aunque tenía serias esperanzas
de que se transformara en indefinido, cuando llegó el acontecimiento extra-laboral
más esperado en su empresa: el partido anual de fútbol contra la firma
competidora.
Cuatro derrotas seguidas acumulaban
en su palmarés. Quizá por eso, su jefe, malinterpretó el significado de su mote
imaginando que el espíritu de Maradona, zurdo ilustre, le había enviado a ese
empleado para vengarse de pasadas afrentas.
Casi había logrado llegar al
minuto noventa sin tocar el balón cuando este, de rebote, le cayó en un pie con
la portería vacía pero ¿en cuál?
-Da igual- se escuchó ilusionado al director
general desde la grada-si es ambizurdo.
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