El enemigo llegó puntual al campo
de batalla, como cada año, con las primeras heladas del invierno. Las
condiciones meteorológicas le eran especialmente favorables y aunque las
autoridades habían dado la voz de alarma en varias ocasiones las primeras bajas
empezaron a producirse entre la población civil.
Los enfrentamientos entre ambos
bandos se habían convertido en endémicos y aunque hasta ahora la victoria siempre
había caído del lado de los defensores no había servido para disuadir a los
atacantes de presentar nuevas ofensivas. Se replegaban hasta la siguiente
campaña en la que presentaban nuevas estrategias intentando sorprender a sus
contrincantes.
Al parecer las estadísticas
estaban de su lado, se consoló Luisa entre estornudo y estornudo. Aunque la
gripe, de nuevo, la había tomado como rehén, los antipiréticos y analgésicos presentarían
pelea a su favor hasta conseguir
liberarla. “Debería vacunarme”, pensó, si
no quiero volver a caer prisionera el próximo invierno.
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