jueves, 26 de julio de 2018

RESPUESTA AUTOMÁTICA


Hola, muchas gracias por ser lector de mi blog. En estos momentos me encuentro disfrutando de mis vacaciones con mis familiares. Lamentablemente he viajado a un sitio, tan lejano, que no tendré manera de estar conectada en absoluto, pero volveré el día 13 de septiembre.
Lo primero, disculpa las molestias que mi ausencia pueda ocasionarte pero he tenido que aceptar las reivindicaciones de las nueve musas que han amenazado con abandonarme definitivamente si no les proporcionaba el merecido descanso estival y antes de que pudiera negociar con ellas zarpaban en crucero hacia su Grecia natal.
Mientras tanto si te entra el síndrome de abstinencia y necesitas leer un relato urgentemente, antes de esa fecha, puedes repasar los que ya hay publicados, seguro que hay alguno que no has leído todavía y si no es el momento de releer tu favorito.
Un saludo y feliz verano.
Nos vemos a la vuelta.

jueves, 19 de julio de 2018

VACACIOREXIA

Noelia, la jefa de compras,  explicaba al recepcionista que el médico le había recomendado que aumentara en su dieta la ingesta de pescado azul, especialmente de sardinas. Yo, que pasaba por allí, intervine: los mejores espetos de sardinas, los de Málaga.
En la tertulia de la sala del café Irene, secretaría de dirección, comentaba que había calado al vecino de abajo y yo no me pude contener y añadí: para calas las de Ibiza.
Dos pasajeros del metro hablaban sobre una ola de robos ocurridos en Villaviciosa de Odón a lo que yo sentencié pues para hacer surf las mejores olas las de Tarifa.
¿Es grave doctor? Pregunté tras enumerarle los episodios anteriores. El psiquiatra, al que mi familia me había obligado a acudir, diagnosticó: padeces VACACIOREXIA,  un trastorno del comportamiento que se caracteriza por la obsesión por irse de vacaciones y normalmente tiende a remitir a finales del verano.

jueves, 12 de julio de 2018

DISIMULANDO


Todo comenzó con una etiqueta. ¿Esta salsa es nueva?, preguntó mi marido. Está muy buena ¿qué ingredientes lleva? Cogí el bote para leerlos y el pánico se apoderó de mí, las letras empezaron a emborronarse y a difuminarse. Procurando que no me notara nada le tendí el frasco rápidamente y le dije: míralo tú mismo.
Al cabo de unos días viajaba en el metro leyendo las notificaciones del móvil cuando comencé a dudar si esa cifra era un 6 o un 8, sin confesárselo a nadie, entré en los ajustes del aparato y aumenté el tamaño de la fuente.
Desde entonces, si he necesitado coser un botón, alguno de mis hijos ha enhebrado la aguja por mí, creyendo que formaba parte de su aprendizaje. Incluso he conseguido persuadir a la familia de que el velcro y las cremalleras son mucho más prácticas. ¡Cualquier cosa antes de reconocer que tengo presbicia!

jueves, 5 de julio de 2018

La segunda oportunidad de las palabras


Mi familia y yo estaremos siempre agradecidos a las nuevas tecnologías, comentó sincronizar, ellas nos han devuelto al lenguaje cotidiano cuando estábamos completamente encasillados en los diálogos de las películas de atracos. “Sincronicemos nuestros relojes”, se burlaban otras palabras cuando pasábamos a su lado.
Se perfectamente a que te refieres, añadió servidor, yo mismo desde los años 50 en que la fórmula habitual para contestar al maestro cuando pasaba lista era pronunciando mi nombre,  había caído en el olvido y permanecía agazapado en el fondo del diccionario hasta que el mundo de la informática me rescató.
A mí internet me ha dado una nueva vida, señaló dominio, haciendo olvidar a muchos, entre los cuales me incluyo, puesto que me considero pacifista, mi acepción bélica.
Incluso podemos aparecer juntas en la misma frase: sincronizar datos en el servidor de dominio. ¿Y eso que significa? Todavía nada pero no perdáis la esperanza.