Doscientos kilómetros le separaban de la
vuelta a la rutina. Había pasado un, más que agradable, fin de semana en un
hotel rural con encanto, compartiendo anécdotas, cervezas, recuerdos, risas y
hasta alguna pequeña discusión con sus amigos de la infancia y ahora tocaba el
retorno a casa.
Con los ojos cargados de sueño, la velada se
había alargado más de la cuenta, emprendió el viaje. ¡Cómo molesta llevar el
sol de frente! (150 kms), ¡Puf! la autopista va cargadita (100 kms), ¡maldición,
toca frenar! ¡Ya me ha pillado el atasco!, (75 kms) ¡falsa alarma!, coche averiado, (50 km) ¡a correr otra vez!
A 50 metros habrá llegado a su destino; pero
aún queda aparcar. Ahí no cabe. ¿Vas a salir? Arrastra la maleta, cada vez más
cansado y deprimido. Abre la puerta y allí en el salón le espera su mejor
amigo: el sofá que le ofrece su
regazo.
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