El color del cielo presagiaba lluvia, de hecho podía percibirse un tenue olor a tierra mojada, lo que probablemente implicaba que ya había llovido algo. La temperatura había descendido varios grados, sin llegar a ser excesivamente fría, lo suficiente para que fuera indispensable el uso de una chaqueta aquella mañana.
La gama cromática de los
amarillos, ocres y marrones iba invadiendo poco a poco el paisaje de los
parques y plazas por los que transitaba en su desplazamiento diario. Las
mandarinas y las uvas se asomaban a las estanterías de las fruterías
desplazando en ellas a los albaricoques y nectarinas.
De regreso a casa, aquella tarde,
miró el reloj contrariado pensando en que se le había hecho tarde, pero se
percató de que cada día anochecía antes. Septiembre avanzaba inexorablemente
hacia su fin, afectando, sin saber por qué, a su estado de ánimo que
comenzaba a sufrir sutiles alteraciones.
Melancolía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario