Los integrantes de la familia regresaban cada día al hogar, procedentes de sus quehaceres, entre las 14:30 y las 15:00, pero algo hoy era diferente. Su madre los recibía, uno a uno, e iba informándoles de una reunión urgente que daría comienzo en cuanto estuvieran todos presentes y llegado ese momento comenzó su discurso.
-No estamos escuchando las
señales que nos envía nuestro cuerpo- empezó argumentando- nuestras arterias
están obstruidas por el colesterol. Abusamos del azúcar, coqueteando con la
diabetes. Tenemos que actuar. A partir de hoy seguiremos el patrón alimentario
del ayuno intermitente.
El pequeño del clan aplaudió,
enfervorecido por la arenga de su madre, dispuesto a morir de hambre si su
caudillo así lo pedía. El resto, sin embargo, intercambiaron miradas cómplices hasta que su hijo mayor se atrevió:-se
te ha vuelto a olvidar hacer la comida ¿verdad?- su marido la abrazó y consoló:-¿un
día duro de teletrabajo?
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