Ingresó en un hospital, en estado crítico, tras ser atropellado por un vehículo que se dio a la fuga. En los bolsillos de su ropa, un chándal, no encontraron documentación ni ningún objeto personal que pudiera identificarle.
Después de varios días debatiéndose
entre la vida y la muerte, el desconocido, despertó conectado a un montón de
equipos en la UCI. Con un hilo de voz, lo justo para que le oyera la enfermera,
pronunció una palabra: constancia. “Sí
claro”, le animó ella sin tener muy claro a qué se refería, “con la
determinación de recuperarse lo hará seguro”.
Constancia, repitió exhausto el indocumentado, durante la exploración de uno de los médicos. “Tranquilo”, le
aseguró el doctor, “tengo la certeza de que se va a recuperar”.
Finalmente, más recobrado, consiguió
decirle al barbero que vino a afeitarle: Constancia,
vivo en la calle Constancia 60 y había
bajado a tirar la basura.
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