Estaba nervioso y le sudaban las manos, aunque sabía que no podía hacer nada salvo esperar acontecimientos, no paraba de darle vueltas.
-Fue de la noche a la mañana,
estaba bien y de repente ya no lo estaba- se le oía decir pensando en voz alta mientras
paseaba de un lado a otro de la casa, como un gato enjaulado. Su cerebro
buscaba una explicación para lo sucedido pero no la encontraba.
Según se acercaba la hora de la
cita su grado de nerviosismo crecía exponencialmente. Ya en la sala de espera
no podía evitar pensar que las noticias podían no ser buenas.
-Miguel Jiménez-llamó un
operario.
-Soy yo-respondió él mientras
recorría los escasos metros que le separaban del asesor.
-Ha habido suerte- anunció- solo
ha sido la batería, la hemos sustituido y el teléfono ha respondido
perfectamente. Son 35 € aquí tiene la factura que deberá abonar en caja.
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